Originariamente, el naco era utilizado para referirse despectivamente a los indios o indígenas del país, principalmente, a los que migraron a la ciudad en busca de mejores oportunidades de desarrollo. Al principio, estas generaciones de migrantes conservaron su cultura y no se avergonzaban de su origen. Son las generaciones posteriores las que comienzan a renegar de su pasado y adoptan costumbres citadinas, pero de manera ostentosa, pretenciosa y de mal gusto; las adaptaciones son grotescas y recargadas para ocultar su innegable procedencia, el naco tiene una gran dosis de tendencia, no necesariamente artística, kitsch.
El naco hace un esfuerzo por integrarse a la cultura que le exige personalidad, intenta ser elegante o refinado, sin serlo, resultado en ridículo. El naco es cursi. Lamentablemente, la pereza mental de quienes expresan a la menor provocación la palabra naco ha popularizado su uso, se han dejado de utilizar palabras que definen con precisión algunas actitudes: barbaján, imberbe, patán, irreverente y hasta estúpido, son palabras en peligro de extinción. Es la necesidad de pertenencia y de aspiración la que hizo posible la propagación de los nacos por todos los niveles socioeconómicos, principalmente, la clase media, aunque en todos lados se cuecen habas.
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