12 de febrero de 2012

Taka taka

Por Edgar de la Flor @ecaos

Tengo un amigo que hace algunos años anduvo con una noviecita que era como una paleta de miel con mermelada  y una cubierta gruesa de chocolate. Era dulce y tierna toda ella. La típica teta ochentera que todo lo tenía en rosita y cantaba con hartas ganas las canciones “lindas” de Flans. La sujeta en cuestión lo llamaba todas las mañanas -5:45 a.m.- para saber cómo había amanecido, lo esperaba afuera de la escuela para que entraran juntos y le hacía regalitos cada semana para festejar el tiempo que llevaban de esa hermosa relación. Mi amigo -que era  y sigue siendo un alma de Dios- aguantó estoicamente tres meses así. Tres largos meses que fueron para él como su boleto a la gloria de tanto resistir. Todos creíamos que el pobre hombre iba morir en el intento, pero con ese espíritu de santo que lo caracterizaba tuvo paciencia. Hasta aquel fatídico día de su cumple cuando la enana perversa se apareció con un manojo de globos, un pastel enorme que decía “Tu y yo juntos por siempre. ¡Feliz cumple Osito!”  y puso a todo volumen en plena explanada de la escuela “Me gusta ser sonrisa”. En ese momento a mi cuate se le cayeron los calzones, se puso rojo púrpura y le dijo que muchas gracias, que había sido lo mejor que le había pasado en la vida, pero que no merecía tanta felicidad, así que tendría que dejarla porque él no era el hombre indicado para ella. Que sus caminos se tenían que separar y que deseaba que fuera feliz. ¡Malhaya la hora! Ahí empezó su verdadero calvario.

La fulana se convirtió en la hermana gemela de Chucky. Se le metió el demonio y comenzó hacer cosas que todos pensábamos que sólo pasaban en las películas. Primero lo empezó a llamar alcoholizada a las dos de la mañana para decirle que con que ella lo quisiera bastaba, que nunca la iba a poder dejar porque su amor estaba escrito en el cielo, y  cualquier cantidad de estupideces que, con calma, a una borracha se le perdonan. Pero la cosa se radicalizó cuando mi amigo tuvo a bien hacer como que andaba con una de las chavas de nuestro grupito, para ver si así daba por finiquitadas las cosas con la garbage paid kid aquella. ¡Já!¡Iluso! El engendro del mal enloqueció. Primero tapizó la escuela con papelitos en que venía una foto del pobre interfecto  y en la que explicaba que aquel muchacho tenía un órgano reproductor en extremo pequeño que más bien parecía un clítoris sobrehormonado, además que sufría de una profunda disfunción eréctil y que andaba buscando experiencias sexuales alternativas que involucraban a otros hombres y a algunos animales. Bueno, si lo hubiera puesto con esas palabras por lo menos se vería menos corriente y soez de cómo lo hizo. Imagínense ustedes la cara del pobre hombre cuando se apareció en la mañana en la escuela y comenzó a ver como todo el mundo lo veía raro, para luego encontrarse con la extensa promoción que le estaban haciendo. Salió corriendo y no volvió hasta una semana después, cuando ya nosotros habíamos hecho todo lo posible por retirar todos los infames papelitos. 

Pero ahí no acabo todo. Luego le habló a la mamá del fulano para decirle que estaba embarazada y que aquel mal hijo que engendró no quería responder a su paternidad, que le había pedido que abortara y que la había forzado a tomar muchos tés de ruda para que arrojara el cuajo. Pero no contenta y para despedirse “como Dios manda” le pintó a placer el carro con frases finísimas  y le colgó en el retrovisor a Ersu completamente destripado. Ersu era un hámster que había comprado en sus días felices  y que la loca decía que era su primer hijo, tanto que el nombrecito era una combinación de las iniciales de ambos. En ese momento se acabó la historia. Los papás de mi amigo demandaron a la loca por acoso y se lo llevaron a otra escuela. La hija del diablo empezó a salir con otro incauto y mi cuate consideró la opción de ser cura. Hoy, después de mucha terapia,  está felizmente casado y espero que ya haya olvidado esa parte oscura de su pasado. Aunque supongo que nunca en su vida tendrá un hámster como mascota.

Todo esto viene a colación porque esta semana volví a ver la maravillosa película del coreano Chan-Wook Park “Señora Venganza”. La verdad es que me faltarían palabras para hablar bien de esta cinta. Entre que está regiamente fotografiada, la edición es una genialidad, el soundtrack y el score son estupendos, las actuaciones son espectaculares y el guión es todo un logro. No hay como encontrarle un defecto. En verdad no tiene desperdicio.

Como ya lo he dicho antes Yo no soy muy amante del cine oriental. Por lo regular los taka taka me dan mucha hueva, y por alguna razón que no entiendo, el ritmo que tiene su idioma francamente me harta. Existen muy pocas películas de ese lado del mundo que me encanten –sólo dos “Héroe” y “Oldboy”- pero ésta me conquistó. Sólo que me espantó un poco porque confirmó algo que siempre he sabido: Los hombres somos rudos por pose, pero cuando una mujer decide vengarse que el cielo nos agarre confesados.

Chan-Wook Park culmina con esta película una trilogía que, como siempre, nunca llegó completa a nuestro país. De las tres que hizo solo se estrenaron “Oldboy” y “Señora venganza”. “Señor venganza” nunca llegó. Ni modo así funciona el cine en nuestro país. Si se hacen siete de “Batman”, o doce de “XMen” seguro estarán en todas las salas.

Pues bien “Señora venganza” es una suerte de cuentecito acerca de desquitarse como catarsis. Narra la historia  de una mujer que es enviada a la cárcel durante trece años por un crimen que no cometió y al cumplir su condena sale completamente decidida a vengarse. Pues sí, hasta aquí todo suena a novelucha barata protagonizada por Lucero o Anahí, pero está muy lejos de eso. La señora venganza planea su venganza desde el primer momento que entra en prisión y comienza a abonar para llevarla a cabo. Se convierte en una especie de “Amelié”, pero salida del infierno. Le hace bien a todo el mundo con el propósito de obtener un beneficio, pero no se le nota, entonces todas las reclusas la adoran y se convierte en “Santa Geum-Ja de las reclusas irredentas” y de esta manera obtiene todo lo necesario para llevar a cabo su venganza. Desde el apoyo moral hasta la información necesaria. Y bueno, la forma como le cobra al tipo que la obligó a echarse la culpa de haber secuestrado y matado a un niño, no tiene igual. Es un poema. No cabe duda “Señora Venganza” una de las mejores películas que he visto en mi vida. Sólo que ¡qué yuyu! pensar de lo que son capaces la mujeres cuando se quieren desquitar de alguien.

Cuando se trata de vengarse los hombres somos como explosivos -digo, he visto tipos agarrarse a golpes en el metro porque no le gustó a uno como lo vió el otro-, se nos prende la mecha, explotamos y hasta ahí quedó.  Las mujeres son como enfermedades incurables. No sabes a que hora empiezan, pero si no las detectas a tiempo te matan sin remedio y de la manera más dolorosa posible. Y tienen una memoria de elefante asiático para acordarse de todo lo malo que les hayas hecho. Si te equivocas nunca lo olvidarán, pero no contentas con eso siempre encontrarán la manera de recordártelo. Si tu novia te engaña con tu mejor amigo vas, lo golpeas –bueno, si está muy fuerte o es judoka no-, a ella la tratas de baracunata, nunca la vuelves a ver y tan tan. Se acabó. Te consigues otra vieja y sólo cuando estás borracho te acuerdas de su traición, y a la mejor hasta le hablas a las tres de la mañana para recordarle su perfidia.

Si tu engañas a tu novia con su mejor amiga seguro dirá que te perdona y a lo mejor hasta se echa la culpa para distraer al enemigo, pero a partir de ese momento te hará la vida miserable. Lo más mínimo que hagas será usado en tu contra y al final te  mandará al diablo con suficiente culpa y seguirá siendo amigui de la que se revolcó contigo porque “…Un hombre se encuentra donde sea, pero las buenas amigas son pocas”. Eso sí, no sin antes haberte fastidiado hasta cansarse.
No, realmente no hay nada peor que una mujer pidiendo venganza, porque seguro la va a conseguir y de la peor manera. Digo, allá por los noventas apareció una fulana que se llamaba Lorena Bobbitt que se hizo muy famosa por un suceso que nos dejó a todos los hombres temblando y cubriendo nuestras partes como si la tuviéramos cerca. La fulana en cuestión era una mujer maltratada. La pobre vieja estaba casada con un infeliz que la golpeaba y malhoreaba a placer. Había hecho de su existencia una pesadilla digna del averno. Pues bien, la señora Bobbitt, en lugar de correr a la policía y denunciar al puerco infeliz que la maltrataba y que lo refundieran en la cárcel, decidió hacer justicia por su propia mano y esperó que su viejo se durmiera. Cuando el incauto madreador de mujeres se cayó de borracho y comenzó a dormir el sueño de los justos, la buena mujer tomó un cuchillo de su cocina –de esos que parecen de carnicero- y tuvo a bien cortarle el "aquel", para luego ponerlo en hielo y hablar al 911. Al tipo en cuestión le reinjertaron el asunto –que seguro ya sólo le sirve para hacer pipí- y todos los hombres de mi generación nos volvimos rebuenas personas con nuestras mujeres.

“Señora Venganza” es una gran película. De esas que merecen verse más de una vez, pero es inevitable pensar que si quieres una vida miserable, el camino más corto es tener una mujer enojada. Lo que hay que ver.