30 de marzo de 2012

¡Santa semana! Batman

Por Edgar de la Flor @ecaos

Cada año me doy cuenta que comienza la semana santa por la televisión. Hasta hoy no ha disminuido el tránsito, los centros comerciales están tan llenos que da la impresión de que regalan algo y en mi casa la gente se sigue parando a la misma infame hora –La vida debería comenzar cuando sale el sol ¿no creen? Solo los vampiros y las zarigüeyas deberían salir en la madrugada- Sin embargo la televisión nos trae cosas maravillosas de la gazmoñería religiosa.

He de decirles que yo vengo de una familia muy religiosa, pero con la buena costumbre de nunca obligarnos a hacer nada que no queríamos, de tal manera que mientras en casa de algunos de mis amigos estos días eran de calma y recogimiento –en el sentido aburrido de la palabra- en la mía era la pura vacación. De hecho, nosotros somos muchos hermanos y no estábamos para ir ni a Oaxtepec, pero nos divertíamos de lo lindo, entre otras cosas, viendo la tele. Así que crecí relacionando estos días con las innumerables películas que se han hecho acerca de la figura de Jesús. Y hoy, a la vuelta del tiempo me doy cuenta que hay cosas verdaderamente gloriosas. Eso si, por diversas razones.
 

De la primer peli que me acuerdo es aquella en la que salía Enrique Rambal de Jesucristo y el enorme Manolo Fábregas como un judas papá de todos los metrosexuales del mundo –aretito incluido-. Si no me falla la memoria se llama “El mártir del Calvario” y según entiendo se hizo en los cincuentas, en la llamada época de oro del cine mexicano, lo cual la convierte en un documento invaluable de la piñatez y la pobreza con la que se filmaba. Mientras en otras cintas veíamos escenarios majestuosos y la inigualable fotografía de Gabriel Figueroa – “la perla” o “María Candelaria” por ejemplo-, aquí hay hasta piedras de cartón y tomas cerraditas para que no se alcance a ver a cuadro la esquinita de la escenografía y el cielo se notara mocho. Los sets se fabricaban en espacios de tres por tres donde hacían caber como a ocho personas y todos los actores –excepto los malos- hablaban como si les hubieran puesto anestesia. Es que es de ternurita ver la escena donde Jesús multiplica los peces y los panes para alimentar a una multitud y …¡Nunca se ve la multitud! Dicho sea de paso, me ahorraré hablar de los efectos especiales en la multiplicación. Valga decir que son casi tan buenos como los zipers de los monstruos en las películas del Santo. Eso sí, mis hermanos y yo acabábamos moqueando y odiando a los judíos por malvados, mira que preferir a un malandro en lugar de al hijo de Dios. No me sorprende que en México siga habiendo tanto antisemitismo con esas imágenes que nos ponen en la tele cada año.


Pero luego llegaron los sesenta y setenta. Esos hermosos años de rebeldía y trasgresión donde el cine nos regaló una joya llamada “Jesucristo 70”, en la que salía un jovencísimo Carlos Piñar –¿A que no saben quién es?- que había hecho miles de fotonovelas y algunas películas de galán joven. Esta innovadora historia mostraba a un muchacho que representa a Jesucristo en los festejos de semana santa -onda los de Iztapalapa – al que terminan crucificando de verdad, convirtiéndolo en un moderno Mesías. La verdad es que no sé que es peor si las actuaciones o el guión, pero de tan mala resulta divertida. Es como del síndrome “Juan Orol”, está llena de comicidad involuntaria, villanos reventones, malas mujeres arrepentidas y sets de cartón, pero si la empiezas a ver no la puedes dejar, y cuando termina dices ¡Chale!, pero ya te la soplaste. Además, tengo que decir que ésta es la antecesora de cosas como “Jesucristo Superestrella” y “Jesús de Montreal”, pero en una paupérrima región 4 y sin la magnifica música de Andrew Lloyd Weber. Créanme es toda una experiencia verla.

La verdad es que no sé o no recuerdo si en México se hizo alguna película más del tema después de ésto, pero los ochenta nos trajo una que en mi opinión está más acercada a la historia que a mi me gustaría creer. Todavía tengo muy fresco el escándalo que se armó cuando Martin Scorsese presentó “La última tentación …”que estaba basada en una novela de Nikos Kazantzakis. Hubo reacciones fortísimas de Roma, en muchos países la prohibieron –Incluído nuestro Guadalupano Mexiquito- y al querido Martin lo pusieron como Dios puso al perico. Y todo sólo porque esta cinta tuvo el valor de mostrar a un Jesucristo muy humano interpretado por el siempre cumplidor Willem Dafoe. Recuerdo perfectamente que la ví en la escuela, en inglés porque no había doblaje, y con la ingrata sensación de estar haciendo algo malo. 15 años después y por el furor causado por “La pasión” de Mel Gibson, se estrenó en cine comercial y todavía me parece increíble ver como la gente se salía del cine, los más radicales cuando veían que Jesús fabricaba cruces y los más templaditos cuando echaba pasión con María Magdalena. Si el solo hecho de ver las reacciones valía el boleto que habías pagado. Por cierto, y como siempre, el personaje que se llevo la peli fue judas interpretado por Harvey Keitel.

Y bueno, no puedo dejar fuera la arriba mencionada “La pasión” producto de la retorcida mente de gringo-australiano Mel Gibson, quien se encargo de llevar la historia a niveles de gore japonés, hablada en algo que él dijo que era arameo. Solo una cabecita Mad Max pudo imaginar una película en la que la escena donde martirizan a Jesús fuera taaan violenta, llena de sangre y larga, larga, larga. Como si no fuera suficiente con soplarse a un actor tan mediocre como Jim Caviezel, le tomó como veinte minutos darle una latiguiza por la espalda, y otros veinte por el frente para que quedara bien doradito. Y luego, como señal de su evidente misoginia, se encargó de hacer que la única mujer que no se puede ver fea, se viera muy tan sin embargo. No sé como lo consiguió, pero Mónica Belucci, que es hermosísima, se veía enteramente equis en su papel de María Magdalena. Total, que para no echar de menos la doble moral de los gringos, se atrevió a decir que toda la familia debería ver su película que promovía verdaderos valores cristianos ¡Y lo apoyaron! Esos mismos que se espantan por la desnudez y la homosexualidad estaban dispuestos a llevar a sus hijos a ver morir a un hombre de manera violentísima. Bendito dios la catalogaron como “R”, que es como nuestra “C”, y por lo menos en cine no fue posible. Pero seguro en dvd se las ponen cada que se portan mal.

Total que la semana santa llegó y con ella el cine religioso -¿Entrará el crimen del padre amaro, el evangelio de las maravillas y la virgen de la lujuria en esta categoría? Serrano Limón nos lo podría decir pero está muy ocupado comprando tangas- y seguramente me volveré a soplar “El mártir del calvario” y “Rey de reyes”, pues es como un placer culposo, pero les juro que bajo ninguna circunstancia y con mi vida de por medio, veré “Marcelino pan y vino”, Yo también tengo mis límites. Medio dispersos, pero los tengo. ¡Lo que hay que ver!