28 de diciembre de 2011

No es que no te quiera… Es que no te quiero…

He aquí nuestra primera colaboración, agradecemos al buen Edgar de LaFlor (@ecaos) por compartir con nosotros su reseña.

El cine mexicano es una cosa extraña. Pero siempre lo ha sido. El problema es que hoy en día no solo es extraño, sino terriblemente pretencioso, en muchas direcciones, por cierto. Es como un vestido de china poblana adornado con cristales de Swarovski, que no está del todo mal hasta que les atacó una nueva modalidad: el cine mexicano para las buenas morales, es decir, el mismo vestido pero con bloomers.

Últimamente ha aparecido una nueva especie de cine en nuestro México en el que pareciera que todo cabe. Esta extraña raza de películas son aquellas que están “a favor de lo mejor” y entonces en ellas no hay escenas de piel, de violencia o malas palabras. No, no, no. ¡Dios no lo permita! ¡Si tenemos hartas de esas! Y para qué tanta oscuridad si podemos tener un rayito de sol en nuestras almas con lindas películas que son como fábulas, o lo que es lo mismo, una historia contada por animales que tiene una moraleja final.

Pues nada, que este fin de semana tuve la poco afortunada oportunidad de ver una de esas con moraleja y buenas maneras…
“Ella y el candidato”… ¡Qué domingo más amargo! Esta cosa es la última gracia de un fulano que tuvo a bien vomitarnos encima la tan traída e infumable “El estudiante”. Si, aquella cosa que movió tantas conciencias y demostró que puedes hacer el cine de la peor calidad del mundo, pero con una historia en tono de “Rosita Fresita” y con un mensajito estilo “La Rosa de Guadalupe”, que triunfarás en un país que se parece más al de “Miss Bala”, pero nos gusta imaginárnoslo como en “Los tres García”, con todo y rancho, canciones y abuelita ruda y querendona. No importa si se te ven los cables, el micrófono, la iluminas con las patas o el único actor que tienes es Jorge Lavat; el punto es que se le note la buena vibra. ¿A quién le importa que los diálogos estén más forzados que los vestidos de la Tesorito, si te llaman a la buena voluntad? ¡Qué susto! ¡Lo malo es que “Ella y el candidato” es peor! Como algo que nunca pensé decir, esta nueva película es aún más insufrible que “El estudiante”. Tiene los mismos problemas que aquella, pero potencializados. Digamos que es como el eructo después de vomitar… ¡Qué cosa!

En este país llevamos más de 100 años haciendo cine, pero todavía no aprendemos cómo se hace y entre que las imágenes parecen de película de los cachunes en los años 80, el sonido es paupérrimo y se imaginan que poniendo un tsuru ya ambientaron, comienzan casi dos horas de sufrimiento. Dos horas en que te soplas diálogos dignos de “Mujer: casos de la vida real”, actuaciones lamentables, fotografía de grano reventado, escenas sobradas y musicalización propia de elevador de tienda departamental.

Y bueno, por si esto no fuera suficiente, tienen la “nada” oportunista idea de involucrar las elecciones y a los candidatos a presidente. Claro, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Entonces tenemos un ente que es como la mezcla de “Astroboy” Peña Nieto y “AMLOve” López Obrador -pero en intenso como Macbeth- que tiene una esposa buena como el caldo de pollo cuando tienes gripa y una familia súper feliz, como deberían ser las familias. Claro que él no se da cuenta y su ambición por el poder hará que la pierda, hasta que, entre la vida y un tío anciano y sabio -porque es anciano- lo hagan ver su realidad. Pues sí, pierde la presidencia, que de todas maneras iba a perder, pero recupera el amor y aprende que todo es mejor en familia, y que hay que leer por lo menos 20 minutos a día. Con tus hijos o en el baño. Chanoc o Ulises de Joyce, eso no importa.

De los personajes acartonados y unidimensionales, la terrible edición, el poco ritmo del guión, la fotografía empastada, el lenguaje anacrónico y la continuidad inexistente mejor ni hablamos. ¡Qué hueva! Lo único que si me da un miedo de pavo en navidad es que todo lo que he escuchado en el radio de ella demuestra que se pueden hacer películas sin decir una sola mala palabra y sin que se muestren chichis. ¡¿Se supone que eso es valor agregado?! Me consuela que lo dicen los mismos que luego hablan maravillas de películas en inglés en las que no salen del ¡Fuck! O ¡Shit! Pero como no lo entienden pues no hay bronca, de tal manera que lo quiero asumir más como una demostración de que la ignorancia es temeraria, antes que su moral está tan duplicada.

Y entonces, luego de dos horas más parecidas al purgatorio que a una actividad lúdica, concluyo que hay directores a los que es más peligroso dejarlos hacer películas que un chango con cuchillo, pero más peligrosos si son mexicanos y todavía más si son mochos. Se encargarán de darte una clase de moral de pecadora arrepentida con furor uterino, para luego tratar de champarte en la cara baratijas de “Corín Tellado del nuevo Siglo” y pretender que hayas entendido el mensaje. El suyo, por supuesto.

Hace muchos años, en mi oscuro pasado religioso, proyectaban muy seguido, en la iglesia a la que iba, una película que se llamaba “El rapto”. Casi todas aquellas buenas almas salían con cara de dolientes, si no es que llorando como magdalenas en semana santa. La verdad es que nunca entendí por qué. Pues bien, “Ella y el candidato” me lo aclaró: hay películas con las que el único deseo que tienes es llorar. ¡Aunque sea para que se te quite el escozor de los ojos por ver tanta basura! Lo que hay que ver…